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MÓDULO III LOS CONFLICTOS FAMILIARES

MÓDULO III

LOS CONFLICTOS FAMILIARES

Los conflictos están presentes de forma inevitable en todos los ámbitos de nuestra vida y, por tanto, también en las familias. Puede decirse que, si hay vida, se producirán con toda seguridad conflictos. Si los conflictos se enfocan y gestionan de manera inadecuada, pueden entonces acarrear un gran daño a las personas, haciendo imposible la convivencia entre grupos y sujetos, entre los miembros de la familia. Pero, si se saben enfocar adecuadamente, pueden ser una herramienta muy útil para el desarrollo personal y grupal, para la mejora y solución de las dificultades que conlleva la convivencia. El problema es que muy poco nos han enseñado cómo abordar de forma positiva los conflictos, se trata de algo que hemos ido aprendiendo desde la práctica, a base de ensayo y error.

¿Qué son los conflictos?

Los conflictos son situaciones que implican un problema, una dificultad y puede suscitar posteriores enfrentamientos, generalmente, entre dos o más partes, cuyos intereses, valores y pensamientos observan posiciones absolutamente disímiles y contrapuestas.

Son experiencias desagradables, que consumen mucha energía personal y sobre los que no hemos recibido apenas formación para saber gestionarlos de manera adecuada. Aunque tienen habitualmente una connotación negativa y tratamos de evitarlos, pueden ser una fuente de aprendizaje y de mejora si sabemos entenderlos mejor y los definimos desde otro punto de vista que no sea negativo. En muchas situaciones, frecuentes en las familias, se percibe que hay claras diferencias entre los planteamientos de las distintas personas y grupos, que tanto unos como otros perciben y valoran el comportamiento de la otra parte como un obstáculo que les impide lograr sus objetivos y satisfacer sus necesidades y que las expresiones que utilizan no son neutrales, sino que están cargadas de emociones y sentimientos.

Elementos de los conflictos

Para analizar un conflicto se pueden adoptar diferentes enfoques. Uno útil puede ser el que propone Lederach, que diferencia los elementos del conflicto más vinculados a las personas implicadas, de los elementos propios del proceso, seguido por el conflicto y del problema que subyace a él.

· Posiciones, intereses, necesidades

En un conflicto podemos encontrar tres niveles diferentes, cada uno de ellos situado a mayor nivel de profundidad. Son las posiciones, los intereses y las necesidades. En primer lugar, las posiciones, las posturas que adopta cada parte, aquello que piden y quieren cada una de las partes, y suele ser excluyente e incompatible con la de la otra parte. Por eso, si nos centramos solamente en este elemento, nunca se encontrará solución al mismo. Por debajo de las posiciones nos encontramos con los intereses, las razones que llevan a mantener una determinada posición. Para descubrirlos es necesario plantearse el porqué de las posiciones. Los intereses pueden satisfacerse de muchas maneras, no son tan excluyentes como las posiciones. Por debajo de los intereses, a un nivel más profundo del iceberg, se encuentran las necesidades, las aspiraciones vitales más importantes que tiene cualquier persona: sobrevivir, tener alimentación y descanso, tener seguridad, ser aceptado en el grupo, ser valorado y apreciado, poder hacer y poder crear cosas nuevas. Las descubrimos preguntándonos el por qué y el para qué de los intereses.

· Problema, personas y proceso

J. P. Lederach identifica también tres elementos para comprender adecuadamente el conflicto: el problema, las personas y el proceso. El problema hace referencia a las diferencias y asuntos que enfrentan a las personas y se concreta en las posiciones/intereses/necesidades que se mantienen en el conflicto. Abarca el núcleo, el meollo del conflicto, la estructura del conflicto. Las personas, se refiere a todos aquellos que están involucrados en el conflicto, a sus sentimientos y percepciones, a los elementos psicológicos que están presentes (emociones, autoestima…) y a la forma de conceptualizar los problemas y las personas. Por último, el proceso hace referencia a cómo se desarrolla el conflicto y cómo las partes tratan de resolverlo, cómo se toman las decisiones y cómo se sienten los protagonistas en todo ello. La forma en que se toman las decisiones suele ser uno de los elementos clave para el desencadenamiento del conflicto, lo mismo que el tipo de comunicación empleado en el proceso.

 

Actitudes ante los conflictos

¿Qué se puede hacer con los conflictos? ¿Cómo pueden ser abordados de una manera constructiva y positiva, de manera que se aprovechen todas sus posibilidades? A lo largo de nuestra vida hemos recibido y asimilado a través de nuestra familia, escuela, amigos y sociedad en general muchas pautas de actuación ante los conflictos, que es preciso identificar y valorar. Así, es muy frecuente ver que, ante un conflicto, se recurre fácilmente a la violencia, sea ésta física, psíquica o social, en forma de agresiones, insultos o vacíos sociales. Cuando vemos que una persona, grupo, organización impiden la consecución de nuestros objetivos, nuestra respuesta más frecuente es el ataque, intentar conseguir lo que queremos a través de la fuerza, buscar siempre ganar a costa de la otra parte. Así, nos cerramos en nuestra posición, dejamos de escuchar a la otra parte y, aunque al final nos salgamos con la nuestra, el conflicto sigue allí y volverá a plantearse en cualquier momento.

Otras veces la estrategia que se emplea es la huida, evitar la situación y, con ella, la pelea y el uso de la fuerza. De alguna manera, tras una mejor o peor evaluación de la situación, se opta por abandonar, bien porque el enemigo al que nos enfrentamos es claramente superior, bien porque por otras razones se considera más conveniente el abandono. Aparentemente hemos evitado el conflicto, pero en realidad, sólo lo hemos pospuesto.

Otra forma de gestionar el conflicto, la forma asertiva, en la que buscamos conseguir nuestro objetivo respetando los derechos de la otra persona; es decir, combinando la eficacia con la justicia.


Estrategias básicas para la gestión de conflictos

Las estrategias que se pueden emplear en la gestión de los conflictos: ganar-perder, perder-perder y ganar-ganar.

En la estrategia de ganar-perder se busca un resultado final que tiene como consecuencia que una de las partes salga como ganadora, mientras que la otra parte quede como perdedora. Ambas partes consideran que los objetivos, intereses o necesidades de la otra parte son contrarios a los propios y que es imposible lograr ambos a la vez. Por ello, alguien tiene que ganar y alguien tiene que perder, alguien consigue satisfacer sus necesidades mientras que el otro no lo consigue. Esta estrategia se usa muy frecuentemente en la vida, pero suele tener graves consecuencias, sobre todo para aquellos que resultan perdedores.

La segunda estrategia posible es la de perder-perder. En ella ninguna de las partes consigue sus objetivos o logra la satisfacción de sus necesidades. Ninguna obtiene realmente lo que quiere, pero por absurdo que pueda parecer, las partes se empeñan en su planteamiento y lo mantienen a pesar de las consecuencias que se derivan de él mismo. También conlleva consecuencias negativas para ambas partes que influirán gravemente en la relación hasta hacerla desaparecer.

La tercera estrategia es la de ganar-ganar. Con ella ambas partes expresan cuáles son sus necesidades y buscan satisfacerlas de la manera más conveniente para ambas y tratan de lograr las metas que son importantes para las dos partes. Se busca derrotar el problema y no a las personas, a las que se respeta. Para ello, se desarrolla una actitud de apertura hacia los hechos y hacia las distintas alternativas posibles para solucionar el conflicto.  Esta estrategia se basa en la cooperación, no en la competición. El ejercicio de esta estrategia se basa en cuatro pasos fundamentales: preguntar por lo que quiere y necesita la otra parte, explorar cómo se pueden encajar las diferencias, imaginar las opciones posibles para atenderlas y desarrollar una actitud de cooperación y no de competición. Es la estrategia más útil para la transformación pacífica de los conflictos.

 

Actuación ante los conflictos:

En todo conflicto pueden encontrarse dos elementos básicos que conforman las posibles pautas de actuación ante el mismo:

· Los objetivos que busca cada una de las partes, y

· La relación que existe entre dichas partes.

De la importancia que se le dé a cada uno de estos elementos dependerá que sea necesario utilizar una u otra de las cinco pautas posibles ante el conflicto: competición, sumisión, evasión, colaboración y compromiso. Esto exige un análisis rápido del conflicto, viendo cuál es el objetivo que buscamos y la importancia de la relación con la otra persona. En concreto pueden ponerse en práctica estas cinco pautas de actuación:

1. Competición: tiene lugar cuando para las partes son muy importantes los objetivos y no la relación. Importan las metas, no las relaciones, y no preocupa la situación en la que puede quedar la otra parte. Se trata de conseguir los objetivos como sea y, para ello, se recurrirá al empleo de la fuerza, al uso de la autoridad, a la aplicación literal de las normas y leyes, al uso de los recursos disponibles, a lo que sea con tal de conseguir la meta. Suele estar asociada a la estrategia de ganar-perder. Hay situaciones familiares en las que esta estrategia es imprescindible (si hay que tomar una decisión rápida ante una situación peligrosa).

2. Sumisión: cuando los objetivos son poco importantes para las partes y sí lo es la relación. No importan las metas, importan las relaciones y, por ello, se intentan satisfacer los intereses de la otra parte aún teniendo que renunciar a los propios. Se trata de una conducta que mantiene la armonía y el buen clima de relación. Muy próxima a la estrategia de perder-ganar. Esta estrategia suele ser muy útil a la hora de tratar con nuestros padres u otras personas ya mayores, con las que queremos que se sientan a gusto y no entrar en discusiones tontas que no llevan a nada.

3. Evasión: los objetivos no son importantes para las partes y tampoco lo es la relación. Tampoco se quiere el enfrentamiento. Lo mejor entonces es evitar el conflicto, no entrar en el mismo aunque haya provocaciones,  dejar “pasar” el enfrentamiento. Si bien esta situación no suele darse en la familia, ya que las relaciones importan y mucho, resulta muy útil para actuar en situaciones de fuera que pueden tener influencia en la familia de forma indirecta, como discusiones con otras personas, con vecinos, entre otros.

4. Colaboración: tanto los objetivos como la relación son muy importantes para las partes y, por ello, se busca una solución creativa que satisfaga a ambas partes. Para ello, y con la participación de ambas partes, se busca una solución integradora en la que ambas partes ganen, en la que se incorpore al consenso los intereses de todos, se aúnen distintas perspectivas y se tengan en cuenta las dimensiones emocionales presentes en el conflicto. Esta alternativa se corresponde con la estrategia ganar-ganar. Esta estrategia es la ideal para los conflictos familiares, si bien hay que ser conscientes de que no siempre es posible llevarla a cabo.

5. Compromiso: para ambas partes siguen siendo muy importante los objetivos y la relación, pero ante las dificultades existentes, se llega a un acuerdo parcial, todavía imperfecto, buscando la mayor satisfacción de las dos partes en cuanto a los objetivos y en cuanto a la relación. Sigue la misma estrategia de ganar-ganar, pero sabiendo que se trata de una solución temporal que habrá que mejorar. Muy práctica, probablemente sea la más utilizada a la hora de gestionar los conflictos en la familia.

Última modificación: jueves, 18 de febrero de 2021, 22:47